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lunes, 5 de noviembre de 2018

LA TRANSUBSTANCIACIÓN SEGÚN SANTO TOMÁS DE AQUINO











LA TRANSUBSTANCIACIÓN SEGÚN SANTO TOMÁS DE AQUINO

Introducción
«Y la Palabra de Dios se hizo carne, y puso su morada entre nosotros». Estas palabras del Evangelio resumen el gran don de Dios a la humanidad, Jesucristo su Hijo quien se entregó hasta el extremo, hasta el don de la propia vida, su amor es más grande que la muerte, de ahí que con el don de la Eucaristía, ha hecho posible su constante presencia salvífica y vivificante en la Iglesia y en el mundo. Santo Tomás es el cantor místico de la Eucaristía y las explicaciones acerca del gran misterio de fe de la Iglesia, significaron para el doctor angélico un gran esfuerzo racional por articular de manera aproximativa y comprensible la experiencia constante, íntima y profunda que él mismo tuvo con Jesús Eucaristía.
Tomás se destaca entre los maestros del siglo XIII tanto por su equilibrio y capacidad de sistematización, como por el modo en que asimiló el nuevo saber de su tiempo y además, porque de hecho nos ofrece la mejor síntesis elaborada sobre esta temática. Su doctrina podría resumirse en: 1). La Eucaristía es signo de salvación y medio para la vida espiritual del hombre, es sacramento que nos ha sido dado para alimento de la vida cristiana; 2) en sí misma, la Eucaristía es símbolo real del cuerpo y de la sangre de Cristo. Allí en estos signos sagrados está Cristo realmente presente; 3). La Eucaristía es sacramento de la gracia, cuyos efectos personales y eclesiales son descritos de forma elocuente: Se trata siempre de una gracia eficaz que depende del mismo Cristo que en ella se contiene o está presente; 4) La Eucaristía es también verdadero sacrificio, en cuanto que está en continuidad con el mismo sacrificio de Cristo en la cruz[1].
En el presente trabajo nos ocuparemos acerca de algunas cuestiones fundamentales sobre la transustanciación, de lo cual el doctor angélico se ocupó ampliamente[2]. Partiendo de la presencia real del cuerpo y la sangre de Cristo en la Eucaristía, señala en primera medida que tal presencia no puede ser conocida por los sentidos, sino solo por la fe, que se apoya en la autoridad divina[3].
Cuestiones como el modo en que Cristo comienza a estar realmente presente en la Eucaristía, son problemas a las que el doctor angélico responde después de una profunda reflexión a las referencias bíblicas más importantes, que no siempre coinciden con el discurso racional y, a una lectura atenta a la tradición patrística sobre todo de san Agustín. Para interpretar la conversión eucarística acude a la filosofía aristotélica, que solo será un medio, pues presupuesto indispensable es el dato de la fe que tiene su fundamento en la autoridad divina, y esta fe es indispensable para no absolutizar la lógica racional que solo juega un papel de mediador. Después de ello se afirma que solo mediante la conversión del pan y del vino en la sustancia de su cuerpo y de su sangre, es posible tal presencia.
Tal presencia de Cristo en la materia del sacramento de la Eucaristía se da de manera inmediata, mientras que en los demás sacramentos se da de manera transitoria, circunscrita a la ejecución del sacramento y a modo de virtud, en cambio esta presencia es real y permanente bajo los accidentes del pan y vino consagrados en el tiempo en que duren los accidentes.
Capítulo I
Raíces bíblicas y patrísticas de la doctrina de la transubstanciación en santo Tomás de Aquino
1. Los datos de la Sagrada Escritura
Aunque el concepto de transustanciación no viene expresado de manera explícita, las palabras de la institución que interpretadas en su contexto, nos dan a entender que solo si el pan y el vino dejan de ser pan y vino se convierten en el cuerpo y sangre de Cristo.
«Al anochecer se sentó a la mesa con los Doce (…). Mientras estaban comiendo, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a sus discípulos y dijo: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo”. Tomó luego el cáliz y habiendo dado gracias, se lo dio diciendo: “Bebed todos de él; porque ésta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para remisión de los pecados”»[4]
Ocurre por tanto allí una conversión extraordinaria y maravillosa. Una conversión semejante se actúa en el pan y en el vino cada vez que la Iglesia, cumpliendo fielmente el mandato del Señor, celebra el memorial por él instituido[5].
2. La doctrina de los padres
Afirman y explican a la luz de la Revelación la presencia de Cristo en la Eucaristía, buscando clarificar el cómo de este evento que es misterio de nuestra fe. En la afirmación de esta verdad, es preciso reconocer que la misma comprensión doctrinal o dogmática tuvo una evolución importante, iniciando desde los mimos padres de la Iglesia oriental como latina, llegando hasta los teólogos de la época medieval.
Entre los padres que contribuyeron de manera más concreta al desarrollo de la doctrina de la transustanciación encontramos a: san Justino en quien encontramos los primeros elementos conceptuales que se emplean para comprender la presencia de Cristo en la Eucaristía, este habla de una eucarisrización del pan y del vino, causada por las palabras que proceden de mismo Cristo. Encontramos en la Apología I:
Y «… de la misma manera que Él asumió nuestra carne y nuestra sangre para nuestra salvación, así también el alimento eucaristizado mediante las palabras de oración que proceden de Él, es carne y sangre de aquel que se encarnó»[6].
De esta manera el verbo ευχαριστέω adquiere un nuevo significado; que ya no es solo dar gracias, sino también santificar y consagrar (cambiar, convertir) el pan y el vino en el cuerpo y la sangre del Verbo encarnado.
San Ireneo comprende esta eucaristización, como llegar a ser (o hacerse, o convertirse en) del pan y del vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo. San Cirilo de Jerusalén interpreta el llegar a ser de los elementos eucarísticos en el sentido de una conversión de los mismos y, además enseña que esta conversión acontece en la celebración litúrgica de la Eucaristía, y que en ella la acción del Espíritu Santo tiene un valor esencial; es de notar la clara distinción que hace Cirilo entre lo que aparece ante los sentidos, que permanecen después de la conversión eucarística, y la nueva realidad [7].
San Gregorio de Nisa formuló una doctrina sobre la conversión eucarística semejante a la de san Cirilo de Jerusalén, pero se sirvió de otros elementos clave, como transformación (μεταπoίησις) y transelementación (μεταστοιχείοσις) del pan y del vino en el cuerpo y sangre del Logos encarnado[8].
Entre los padres de la Iglesia latina encontramos a San Ambrosio de Milán quien afirma con fuerza el realismo de la presencia de Cristo en virtud de la conversión del pan y del vino en el cuerpo y sangre del Señor, tal conversión comporta un cambio objetivo en los dones eucarístico, en su naturaleza, de manera que estas realidades, no obstante las apariencias que perciben nuestros sentidos, no son ya pan y vino, porque se han convertido en el verdadero cuerpo y sangre de Cristo. Este maravillo cambio de la naturaleza del pan y del vino es obre de la omnipotencia divina, que actúa en las palabras de Cristo. Fausto de Riez retoma las ideas de san Ambrosio, no solo afirmando el cambio realizado en virtud de la potencia de la palabra divina, sino expresando también el nivel ontológico del cambio, y aunque en un poco ambigua es una contribución importante[9].
Para comprender mejor el aporte tomista, es necesario tener en cuenta, que en la época patrística predomina el molde platónico, pero que poco a poco se va transformando de acuerdo a los nuevos aportes de los teólogos, quienes ya no solo acuden a la filosofía platónica para argumentar sus reflexiones teológicas. Para el mundo occidental es constante punto de referencia la teología eucarística de san Ambrosio y de san Agustín[10], sobre todo por el Pseudo-Dionisio y san Isidoro de Sevilla, este último centra su atención en el problema de la presencia real somática de Cristo en el sacramento[11] y, su doctrina insiste en un cambio real de los elementos del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Cristo, por la consagración que produce en ellos, lo que se puede calificar como un místico metabolismo, tal cambio se da por la acción de una virtud secreta que no es otra que la virtud del Espíritu Santo. Se lleva a cabo así un cambio en la forma de ver la conversión eucarística y el modo de estar de Cristo en la Eucaristía, que llevará a los autores de la edad media a hacer optar por una forma de ver, que no concuerda muchas veces con las opiniones de otros teólogos y de ahí las diversas polémicas a las que se dieron paso.
3. El concepto de “transustanciación” en la teología medieval
Los teólogos continúan interpelándose sobre el misterio de la presencia de Cristo en la Eucaristía y sobre el modo en que dicha presencia se realiza, tratando de expresar con mayor precisión en qué consiste la conversión eucarística, así lo hacen Pascasio Radberto y Ratramno[12], monjes del siglo IX, que escribieron una obra del mismo título: De corpore et sanguine Domini. Cada uno intenta responder a la pregunta: ¿Qué quiere decir verdaderamente presencia?. La respuesta de Pascasio Radberto está en línea con un realismo exagerado pues identifica el cuerpo de eucarístico con el cuerpo histórico, mientras que Ratrasmo habla de una presencia en modo espiritual y no tanto corporal.
Berengario[13] se propondrá aclarar el contenido del sacramento y el modo de ser sacramental de la Eucaristía, para ello partirá de un simbolismo exagerado, de un concepto fenoménico de la realidad, según el cual un cuerpo es entendido siempre en su dimensión espacio-temporal, llegando a la conclusión de que no es posible que el sacramento contenga el cuerpo de Cristo en sentido propio. El sacramento no puede ser otra más que «semejanza», «figura» espiritual o virtual de Cristo, pero no contiene su presencia real corporal. En la consagración el pan y el vino solo pasan a ser meros símbolos, aunque no reales, del cuerpo y la sangre de Cristo y en los cuales él fortalecería la fe de los fieles[14].
Frente a la herejía de Berengario, algunos autores[15] definieron claramente el cambio invisible, enseñando ya por los padre de la Iglesia, de las realidades del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. En el 1079 la Iglesia interviene, para evitar los peligros a la fe de los creyentes a la cual tal doctrina los sometía, y en el Sínodo Romano de tal año se pide a Berengario confesar aquello que cree la Iglesia:
Que el pan y el vino que se ponen en el altar, por el misterio de la sagrada oración y de las palabras de nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la verdadera, propia y vivificante carne y sangre de Jesucristo Nuestro Señor[16].
Se fórmula en esta intervención del magisterio el «substancialiter converti» que adquiere una importancia fundamental, en cuanto indica la base ontológica de la presencia específica de Cristo en la Eucaristía, que es sobretodo presencia substancial. En el siglo XII los términos trans-substantiare y trans-substantiatio comienzan a ser utilizados en la escuelas de teología, así Rolando Bandinello (después Alejandro III) en 1140 hablará en su libro Sententiae de «transubstanciación» en cuanto significa la transmutación o cambio de una substancia en otra substancia de tipo superior[17]. Poco a poco se va encontrando el modo de expresar el cambio no solo el cambio real llevado a cabo, sino también el nivel ontológico del cambio, que se da propiamente en la substancia[18]. En el siglo XIII el término transsubstantiatio es adoptado por los grandes teólogos de la época, y en 1215, en el IV concilio Lateranense el concepto es asumido oficialmente por la Iglesia:
Y una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual nadie absolutamente se salva, y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo, cuyo cuerpo y sangre se contiene verdaderamente en el sacramento del altar bajo las especies de pan y vino, después de transustanciados, por virtud divina, el pan en el cuerpo y el vino en la sangre, a fin de que, para acabar el misterio de la unidad, recibamos nosotros de lo suyo lo que Él recibió de lo nuestro. Y este sacramento nadie ciertamente puede realizarlo sino el sacerdote que hubiere Sido debidamente ordenado, según las llaves de la Iglesia, que el mismo Jesucristo concedió a los Apóstoles y a sus sucesores[19].
y, años más tarde estará presente en los documentos del Concilio de Lyon (a.1274), del Concilio de Florencia (a. 1439) y el Concilio de Trento (a. 1551).
Los grandes teólogos del siglo XIII: Guillermo de Auvergne(+1249), Alejando de Hales (+1245), San Buenaventura (1274), y San Alberto Magno (1280),y Santo Tomás de Aquino (+1274), recogen, por lo general, las principales teorías elaboradas por la teología eucarística de los siglos XI-XII, pero dan un orden más sistemático a la cuestiones discutidas en el pasado, y expones sus soluciones es los comentarios a las sentencias de Pedro Lombardo y en las Sumas teológicas por ellos elaboradas[20].
Capítulo II
Doctrina de Santo Tomás de Aquino sobre la Transustanciación
Santo Tomás es el vértice en la reflexión sobre este tema y lo trata en la cuestión 75 de la tercera parte de su suma teológica, se destacan sus reflexiones por su equilibrio y su capacidad de sistematización.
Es en el uso de la filosofía aristotélica donde Tomás demostró su verdadera originalidad: El pensamiento de Aristóteles le ofreció el fundamento filosófico para la explicación de la presencia de Cristo en la Eucaristía. Mediante la visione aristotélica se hace posible que la teología pueda ocuparse de las cosas sensibles en cuanto tal y no solamente en un significado espiritual a esas sobrepuesto. El doctor angélico logra establecer una relación entre percepción sensible e intuición intelectual, sin que se confundan estas dos operaciones, así puede distinguir entre aquello que viene percibido y aquello que es conocido como verdadero sobre la base de la autoridad divina en lugar de la razón[21].
1. La presencia de Cristo en la Eucaristía
La cuestión 83, nos enseña que la Eucaristía es la celebración conmemorativa y ritual del misterio de la redención y por tanto es un acto de Cristo en la Iglesia, en virtud del cual los fieles pueden participan de este misterio. Santo Tomás toma como punto de partida la presencia del cuerpo y la sangre de Cristo en la Eucaristía, donde se contiene sacramentalmente, no solo de modo figurado, sino real y substancialmente a Cristo todo entero.
Es necesario recordar que base indispensable es el dato de la fe, que se apoya en la autoridad divina:
Respondeo dicendum quod verum corpus Christi et sanguinem esse in hoc sacramento, non sensu deprehendi potest, sed sola fide, quae auctoritati divinae innititur[22].
Y que a partir de allí, se muestra la razón de ser y la naturaleza de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, evitando caer tanto en materialismo y en una comprensión simplemente simbólica, como le ocurrió a Berengaio.
A la pregunta ¿cómo Cristo empieza a estar presente en la Eucaristía? Se debe excluir la traslación local de su cuerpo, para afirmar que Cristo empieza a estar presente por la conversión de la substancia del pan y del vino en el cuerpo y la sangre del Señor.
Es evidente que Cristo no empieza a estar en el sacramento por movimiento local. Principalmente porque dejaría de estar en el Cielo, pues lo que se mueve localmente no llega a un término sin dejar el otro. También porque el cuerpo movido localmente pasa por lo que media entre los extremos, cosa que aquí no se da. Y, por último, por ser imposible que el movimiento de un mismo cuerpo movido localmente termine a la vez en diversos lugares; y el cuerpo de Cristo sí empieza a estar sacramentalmente en diferentes lugares. Por lo tanto no puede estar en el sacramento sino por la conversión de la substancia del pan en Él[23].
2. La conversión Eucarística
Para Tomas conversión significa cambio de una cosa a otra, dicho cambio conlleva:
a) Dos términos: un término de partida (terminus a quo), y un término final (terminus ad quem), términos que se entiende en manera positiva, o sea, con realidad ontológica, pues si correspondieran a un término negativo, se daría o una aniquilación (ad quem negativo) o una creación(a quo negativo).
b) Una novedad en el ser del terminus ad quem y una privación en el terminus a quo.
c) Un nexo intrínseco y objetivo que une los dos términos, a quo y ad quem, tanto en el fieri de la conversión como en el resultado final. Este elemento que vincula ontológicamente los dos términos es necesario en toda autentica conversión.
Santo Tomás aplica solo de manera analógica esta noción de conversión al cambio eucarístico, pues lo que ocurre en cada celebración se da de manera admirable y única, realizada solo por el poder de Dios[24].
2.2. El término a quo
Que corresponde a la substancia del pan y del vino, después de la conversión ya no permanecen más. Pues de acuerdo a las palabras del Señor: «este es mi cuerpo» se excluye la presencia de la substancia del pan y del vino y nos asegura la presencia de la substancia del cuerpo y sangre de Cristo, aunque los sentidos sigan percibiendo los accidentes. Aquí acudimos como Tomás a la metafísica aristotélica, sobre todo a los términos de substancia[25] y accidente[26], para comprender cómo después de la transustanciación eucarística del pan y del vino las substancias de estos elementos no permanecen más, a pesar de que sigan percibiéndose lo mismos accidentes de antes, porque se han convertido en la substancia del cuerpo y sangre de Cristo y, por tanto, la misma persona del verbo encarnado.
La substancia del pan y del vino han cesado en el término ad quem. lo que no significa que haya ocurrido una aniquilación, ya que el cambio eucarístico admirable y único (pues no tiene parangón en el orden de la naturaleza) no concluye en la nada, sino en la substancia del cuerpo y la sangre de Cristo, ya que se trata de una conversión, donde el término de partida, deja de ser aquello que es, cambia en otro término positivo, que es la substancia del cuerpo y sangre del Señor. Tomás argumenta que es a partir de la forma del sacramento (palabras consagratorias) la que hace posible tal conversión, y de esta manera se excluye cualquier causa que pueda producir cualquier reducción o aniquilación[27].
2.3. El Término ad quem
Que corresponde a la substancia del cuerpo y la sangre de Cristo comienza a estar en el sacramento sin la menor alteración, para ella es necesario reconocer que toda la substancia del término a quo cambia, sin que persista nada de substancial, aunque según santo Tomás continúa a haber un vínculo común entre el término a quo y el término ad quem. tal vínculo no se identifica con el perdurar de los accidentes o especies del pan y del vino, sino en razón del ente, la communis natura entis, que pertenece y puede predicarse de ambos extremos, es decir, que tanto en el inicio como al final de la conversión hay un ente[28].
El cambio de la substancia o transustanciación se da, lo deduce santo Tomás, de manera instantánea, y cuando el sacerdote termina de decir la últimas palabras consagratorias, se determina el primer no ser de la substancia del pan y del vino y el primer ser de la substancia del cuerpo y la sangre de Cristo. Esto se debe a que el cuerpo y la sangre de Cristo no admiten un mas o un menos, o se es o no se es. También a que no hay una un sujeto del cambio que deba ser preparado, y que por tanto requiera una evolución en el tiempo. Y sobre todo porque esta conversión se realiza por la potencia de Dios, que puede en un instante cambiar la materia y la forma[29].
3. Permanencia de los accidentes de pan y del vino
Es realidad evidente la presencia de las especies del pan y del vino después de la transustanciación, sin que experimenten cambio alguno en su realidad física, y ello lo perciben nuestros sentidos de manera inmediata. Así el pan y el vino continúan teniendo las mismas dimensiones, el mismo color y sabor, etc. [30] pero de acuerdo a la metafísica aristotélica, la substancia sustenta en el ser a los accidentes, éstos a su vez, determinan y perfeccionan a la substancia. Así a la substancia pertenece el primado en el ser, de donde los accidentes sin la substancia serían como un efecto sin causa propia. Esto le crea una gran cuestión a santo Tomás, pues deberá explicar la subsistencia de los accidentes o especies cuando la propia substancia ha dejado ser, ya que es contradictorio que los accidentes de una substancia pasen a ser los accidentes de otra, porque éstos se definen en relación con la substancia que determinan por naturaleza. Por tanto, el doctor angélico afirmará que los accidentes del pan y del vino permanecen en la Eucaristía sin sujeto, mantenidos en su ser directamente por la omnipotencia divina, es decir que hay necesidad de un milagro para explicar la permanencia de los accidentes eucarísticos[31]. Se debe tener presente que santo Tomás, distingue tanto real como conceptualmente, la substancia de un cuerpo y los accidentes de éste, esta distinción hace posible la separación entre substancia y accidentes aunque en el mundo creado no se verifique jamás, pero la omnipotencia divina puede realizarla, y es precisamente esto lo que sucede en la Eucaristía[32]. Para Dios no hay dificultad en mantener en su ser a los accidentes del pan y del vino una vez desaparecida su substancia que era causa segunda y con la cual recibían el ser y lo conservaban, porque Dios que es causa primera y universal de todos los seres ejerce un influjo más profundo y más intimo que las causas segundas, por tanto su secada la influencia de la causa segunda, permanece en las especies la influencia de la causa primera que es Dios mismo sobre las accidentes de las especies[33].
El pan y el vino conservan las mismas propiedades antes como después de la transustanciación y estas pueden sufrir alteraciones propias de la materia, sin que ellos comporte una mutación a la substancia del cuerpo de Cristo que permanece siempre. Las especies garantizarán la presencia sacramental-substancial del cuerpo del Señor mientras conserven sus propiedades correspondientes, es decir, mientras sean reconocibles, una vez desaparecidas las apariencias, cesará la presencia eucarística del Señor[34].
Capítulo III
El modo con el cual Cristo se encuentra
en el sacramento
Antes que nada hay que decir que el modo de la presencia de Cristo en la Eucaristía es admirable misterio de nuestra fe. Según la fe católica Jesucristo está presente entero e íntegro, con su corporalidad glorificada, bajo cada una de las dos especies eucarísticas, como también en cada una de las partes resultantes de la división de estas, con una modo de ser no delimitado por el espacio que las especies ocupan, invisible e intangible y permanente mientras las especies consagradas subsisten[35].
1. Cristo está presente todo entero por la ley de la concomitancia[36]
Ley por la cual la unidad de la concreta persona del verbo encarnado hace que donde está una parte está, está toda la persona, es decir esta Jesucristo entero con su divinidad y su humanidad.
Nosotros sabemos que la concreta persona de Cristo está formada del cuerpo, la sangre, la divinidad etc., pero no es que encontremos estas partes separadas, la ley de la concomitancia dice que donde está una parte están también las otras, por eso Cristo está presente todo entero en el sacramento de la Eucaristía. De hecho en la palabras de consagración Cristo dice: «Este es mi Cuerpo, este es el cáliz de mi Sangre», por tanto en la transubstanciación se da el paso de la sustancia del pan a la sustancia del Cuerpo no de la sangre, no del alma, no de la divinidad, sino del Cuerpo y en la transubstanciación se da el paso de la sustancia del vino a la sustancia de la Sangre, no del cuerpo, no del alma, no de la divinidad; pero como el cuerpo no puede ser nunca separado del alma y de la divinidad transformando a la sustancia del cuerpo y de la sangre está todo Cristo alma y divinidad, en cada una de las especies sea por la ley de la concomitancia natural que sobrenatural.
1.1 concomitancia natural: del hombre, donde está el cuerpo está la sangre y el alma que no pueden estar separadas.
1.2 concomitancia sobrenatural: del Dios, donde está la humanidad está la divinidad, está se da gracias a la gratia unionis, es decir a la Encarnación, a la unión hipostática. Estos componentes de Cristo (sangre, cuerpo, alma y divinidad) son distintos entre ellos, pero por la unión hipostática están unidos, inseparables, no se dividen, sobre todo después de la resurrección[37].
Aplicando este principio a la Eucaristía, Santo Tomás se hace una pregunta hipotética y dice: Si un apóstol hubiese celebrado la misa mientras Cristo estaba muerto ¿Qué cosa hubiera sucedido? Hubiera sucedido que la transubstanciación se hubiera dado pero el pan se hubiera transformado en la sustancia del Cuerpo muerto de Cristo, mientras cuando nosotros celebramos se transforma en la sustancia de Cristo.
2. Cristo está presente en la Eucaristía de modo sacramental y no en modo local o físico
La presencia de Cristo en el sacramento es diferente a la de cualquier objeto, porque no es una presencia local ya que si fuera así dejaría de estar a la derecha del Padre para asumir un lugar en la hostia consagrada. Esta modo de estar presente es un tipo de presencia única, que no puede ser explicada en base a otros modos de estar presente. Es una presencia espiritual, por la que de hecho Cristo por ser Dios está presente en otros. En el cenáculo Jesús inauguró un nuevo modo de presencia, la cual es verdadera, real y no simbólica. Hay que decir también que este tipo de presencia solo de da en el sacramento de la Eucaristía de modo especifico, pues solo la Eucaristía contiene de modo real y sacramentalmente a Cristo.
3. Presencia total y perfecta de Jesucristo bajo cada una de las dos especies eucarísticas
Como ya hemos di dicho, la presencia de Cristo no está sujeta a las condiciones naturales a las cuales está sometido todo cuerpo que se encuentra en el espacio, sino a las condiciones propias de éste excelso sacramento. Hay que decir sin embargo que esta modo de estar presente no causa cambio alguno en su persona, mi mutación en su ser divino-humano.[38] La Iglesia enseña que la consagración no tiene como efecto una multiplicación en el ser de Cristo, sino que por el sacramento se hace presente la existencia única e invisible del Señor glorioso en los numerosos lugares donde se celebra el sacrificio eucarístico.
El doctor angélico afirma además, la presencia total de Cristo en cada fragmento de las especies eucarísticas y, haciendo depender de la doctrina de la transustanciación tal verdad. La causa fundamental por el que Cristo está presente en todos los fragmentos eucarísticos es la transustanciación, y no la sola división. De hecho, Cristo no podría estar presente en todos los fragmentos que siguen a la partición si no se encontrase presente con anterioridad, gracias a la consagración. La fracción de la especie no divide Cristo; simplemente hace posible que la presencia sacramental del Señor continúe en los fragmentos resultantes, lo cuales mantienen la relación extrínseca de la continencia de la substancia del cuerpo glorioso de Cristo, iniciada con la transustanciación.
4. Presencia no circunscrita
Bajo las especies eucarísticas está contenido el verdadero cuerpo de Cristo, este según el modo de la presencia propio del sacramento. Es decir, que en virtud de la transustanciación empieza a estar presente en la Eucaristía la substancia del cuerpo de Cristo y, en razón de la concomitancia natural, todo lo que está inseparablemente unido a ella. De acuerdo mondum substantiae propio del sacramento, esto es a modo de substancia, o sea, como está la substancia presente bajo las propias dimensiones, y no según sus dimensiones, es decir que no como está la cantidad dimensiva de un cuerpo en la cantidad dimensiva de un lugar[39]. De esto resulta que no se puede asignar un lugar en la Hostia a cada parte del cuerpo de Cristo, porque las dimensiones de su cuerpo no poseen una relación espacial con las dimensiones del pan. De ahí que podemos afirmar la presencia no circunscrita del cuerpo del Señor en la Eucaristía, y que Cristo esta contenido realmente en las especies del pan y del vino, no obstante las dimensiones de un cuerpo humano, como lo es el del Señor, sean mayores que las dimensiones de las especies sacramentales.
Después de la transustanciación entre las especies del pan y el cuerpo del Señor, comienza a existir una relación con el espacio que ocupan las especies, ya que Cristo se encuentra allí por medio de ellas, ello quiere decir que la presencia del Señor está unida necesariamente a las especies eucarísticas. Con esto, después de la palabras consagratorias el cuerpo del Señor, sin sufrir ningún cambio intrínseco ya que el Señor glorioso es inmutable, se pone en relación con la especies. Afirmamos: el Señor está allí, ya que las especies ocupan un espacio, y Cristo está allí donde se encuentran las especies consagradas, sin que las partes de su cuerpo llenen el espacio configurado por la especies.
Conclusión
Para explicar el evento místico que se realiza en la Eucaristía, es decir la transformación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre del Señor, Santo Tomás parte de la verdad de la real presencia, que no puede ser conocida ni con los sentidos, ni con la inteligencia, sino con la fe, que se fundamenta sobre la base de la autoridad divina, concluye que la única vía para procurar la real presencia del Señor Jesús en la Eucaristía es la conversión. Para ello avala y/o adopta el término «transustanciación» (transubstantiatio). Tal término no fue en nada acuñado solo por el doctor angélico, sino que ya había sido introducido en la teología latina un par de siglos antes que santo Tomás escribiera la Suma Teológica.
El doctor angélico sostiene que si se quiere dar explicación de modo razonable a la presencia substancial de Cristo en el pan y vino consagrados es necesario privar la substancia de cada uno de estos elementos, la cual vendrá transformada en la substancia del cuerpo y sangre del Señor.
Examinando en cómo de esta conversión, pone especial atención al término ad quo, que corresponde a la substancia del pan, la cual cesa totalmente sin caer en la nada, es decir, sin un aniquilamiento, para darle paso o convertirse en las substancia del cuerpo de Cristo. Examinando el término ad quem que corresponde a la substancia del cuerpo de Cristo concluye que este no sufre mutación alguna.
Tomás de Aquino responde a las cuestiones las controversias que antes de él se habían presentado, sobre todo a aquellos que sostenían que la substancia del pan y del vino permanecían después de la consagración, ello, es insostenible -dice el Santo- porque tal afirmación excluye la realidad del sacramento, la cual implica la presencia en este sacramento del verdadero cuerpo de Cristo. Esto no sucede antes de la consagración. Ahora una cosa no puede hacerse presente donde no estaba primero sino por movimiento local, o por la conversión (per alterius conversionem in ipsum). Está claro que el cuerpo de Cristo no empieza a estar en el sacramento por un movimiento local, ya que dejaría de estar en el cielo, pues lo que se mueve localmente deja de ocupar el espacio donde antes estaba; de ahí que se deduce que el cuerpo de Cristo empieza a estar en las especies por la conversión de la substancia de la especies en la substancia del cuerpo de Cristo (nisi per conversionem substantiae panis en ipsum). Para salvaguardar la verdad de este sacramento se debe concluir que la substancia del pan y del vino no pueden permanecer después de la consagración.
Otro argumento a favor de la real presencia de Cristo en el sacramento, lo encontramos en la forma misma del sacramento, que dice: «esto (hoc) es mi cuerpo…».
Después de la transustanciación permanecen los accidentes del pan y del vino, o sea, las apariencias de estas dos realidades. Y a pesar de que aparezcan las apariencias del pan y del vino, no quiere decir que permanezcan las respectivas substancias de estos dos elementos, ya que ha dejado de ser la causa segunda, siendo la causa primera que es Dios mismo, la que sostiene en un permanente milagro los accidente de las especies eucarísticas.
Cristo se encuentra todo entero bajo cada una de las especies eucarísticas, aunque las palabras de la consagración subrayan que bajo los accidentes del pan se encuentra directamente solo en cuerpo del Señor; y la sangre, el alma y la divinidad se encuentran por concomitancia, en cuanto subsisten en aquella misma persona divina que está presente bajo los accidentes del cuerpo, y de la misma manera, bajo las especies de vino directamente se encuentra directamente la sangre de Cristo, lo demás se encuentra por concomitancia.
Cristo no se encuentra en la Eucaristía localmente, porque sería un lugar demasiado pequeño, antes de la consagración el lugar lo ocupaba la substancia del pan mediante sus dimensiones; después de la consagración ocupa el lugar la substancia de Cristo, pero mediante dimensiones ajenas, es decir que en el pan Cristo no está localmente, no está circunscrito[40].
Autor Fabian, blog aptheo&phy.
Bibliografía
Borobio, D., Eucaristía, BAC, Madrid 2005.
Garcia, A., La Eucaristía don y misterio, EUNSA, Navarra 2009.
Denzinger H., HÜNERMANN P. Eds., El magisterio de la Iglesia, Enchiridion Symbolorum definitionum et declarationum de rebus fidei et morum, Edición bilingüe, Herder, Barcelona 1999.
Mondin, B., Dizionario enciclopedico del pensiero di san Tommaso d’Aquino, ESD, Bologna 1991.
Piolanti, A., Il Mistero Eucaristico. Pontificia Accademia Teologica Romana, LEV, Vaticano 1983.
Power, D., Il mistero Eucaristico. Biblioteca di teologia contemporanea 93. Queriniana, Roma 1993.
TOMAS DE AQUINO, Suma de Teologia, parte III, BAC, Madrid 1994.
[1] Cf. D. Borobio, Eucaristía, BAC (Sapientia fidei), Madrid 2005, 74.
[2] Cf. S. Th., III, q. 75, aa 1-8.
[3] «Respondeo dicendum quod verum corpus Christi et sanguinem ese in hoc sacramento, non sensu deprehendi potest, sed sola fide, quae auctoritati divinae innititur» (S. Th., III, q. 75, a. 1,c.)
[4] Cf. Mt 26, 20-28; cf. Mc 14, 17-23; Lc 22, 14-20; 1 Co 11, 23-25.
[5] Cf. A. García, La Eucaristía, don y misterio, Eunsa, Navarra 2010, 538.
[6] Cf. A. García, La Eucaristía, don y misterio…, 538
[7] Ibíd. 539.
[8] Ibíd. 540.
[9] Ibíd. 541.
9 El molde neoplatónico de su pensamiento, unido a su concepto de símbolo real y a la dimensión eclesiológica de la Eucaristía, serán las tres principales claves para su interpretación. San Agustín se mueve entre el realismo, el simbolismo y el espiritualismo. Realismo y presencia son entendidos de modo operativo y dinámico, en cuanto suponen la acogida por la fe y la acción transformante por la gracia. Gran aporte del santo es la doctrina sobre la Eucaristía como sacramento del Cristo total. (Cf. D. Borobio, Eucaristía…, 65).
[11] Consideración de A. Gerken, en:(Cf. D. Borobio, Eucaristía…, 66) el cual piensa que tal consideración se deba en parte al influjo del pensamiento germánico, marcado por un positivismo, materialismo práctico que conduce a un realismo cosificante eucarístico.
[12] Pascasio Radberto, en sintonía en la teología eucarística de san Ambrosio y de Fausto de Riez, afirma que después de la consagración de las ofrendas, éstas, aun conservando las mismas especies visibles, cambian interiormente, de manera tal que el sacramento contiene la verdadera carne de Cristo: «la substancia del pan y del vino se cambia eficazmente e interiormente en la carne y sangre de Cristo, de modo que después de la consagración se cree que son la verdadera carne y sangre de Cristo». Ratramno, aunque no concibe la presencia eucarística de Cristo del mismo modo que Pascasio, habla igualmente de un cambio no sensible sino invisible, que da lugar a una presencia sub figura, in mysterio, invisibiliter del cuerpo y la sangre del Señor, distinta de la presencia verdadera y visible de su cuerpo crucificado y resucitado. . (Cf. A. García, La Eucaristía, don y misterio…,542).
[13] Berengario (+1088), discípulo de la escuela de Chartres, archidiácono y maestro de la escuela de Turs. Niega abiertamente la conversión eucarística. Según él la Eucaristía es solo un signo, una figura, una imagen significativa del cuerpo y la sangre de Cristo.
[14] Cf. D. Borobio, Eucaristía…, 70
[15] Lanfranco de Bec (ca. 1005-1089) y su discípulo Guitmondo de Aversa.
[16] Cf. DS 700
[17] Cf. D. Borobio, Eucaristía…, 72
[18] Substancia, entendida como realidad profunda o esencia de las cosas, es decir, que ha de distinguirse de sus species o propiedades experimentales; cantidad, figura, color, etc. (Cf. A. García, La Eucaristía, don y misterio…,543).
Sin embargo se debe tener en cuenta que este término no se utilizaba con el mismo significado que posee la metafísica aristotélica, según el cual la substancia corpórea es el resultado de una composición de materia prima y forma substancial, en este sentido será usado en el siglo XIII.
[19] Ds 802.
[20] Cf. A. García, La Eucaristía, don y misterio…,202
[21] Cf. D. Power, Il mistero Eucaristico. Biblioteca di teologia contemporanea 93, Queriniana, New York 1993, 269-270.
[22] Cf. S. Th., III, q. 75, a. 1,c.
[23] Cf. S. Th., III, q. 75, a. 2,c.
[24] Cf. A. García, La Eucaristía, don y misterio…,205.
[25] Substantia «aquello que está en sí y no en otra cosa» según la definición clásica de Aristóteles en su Metafísica. La singularidad de la substancia está en que está en el existir en sí misma y no en otro sujeto, como en cambio puede suceder en los accidentes. La Ουσία, substancia, constituye el ser propio de una realidad, el ser por el cual una cosa necesariamente es.
Santo Tomás asume el concepto aristotélico: aquello que está debajo, es el significado principal del ser, sirve para indicar lo que es, τόδε τι, «esto aquí», la cosa individual. Ουσία puede ser también: sujeto o substrato y esencia (aquello que la cosa es de por sí). Lo que caracteriza a la substancia es su estabilidad, la cual posee carácter de continuidad. (Cf. B. Mondin, Dizionario enciclopedico del pensiero di San Tommaso d’Aquino, Edizione Studio Domenicano, Bologna 1991. 572-573)
[26] Συμβεβηκός, accidente: lo que sobreviene a su añade y no es estable, el término nos hace diferenciar entre aquello que pertenece de por sí a una realidad, y aquello que acontece a tal realidad, sin que pertenezca a ella esencialmente (Cf. Ibíd. 21).
[27] Cf. A. García, La Eucaristía, don y misterio…,207.
[28] Ibíd.
[29] Cf. S. Th., III, q. 75. a. 7, c.
[30] Ibíd. q. 75, a. 5, c.
[31] Ibíd. q. 77, a. 1, c.
[32] Cf. A. García, La Eucaristía, don y misterio…,209.
[33] Cf. S. Th., III, q. 77. a. 2, c.
[34] Cf. A. García, La Eucaristía, don y misterio…,210
[35] Cf. A. García, La Eucaristía, don y misterio…,550-551
[36] El concepto técnico de concomitantia aparece por primera vez en Ricardo de Fishecre (1245 aprox.). Este concepto no fue el único utilizado por los escolásticos de este periodo para expresar la indivisibilidad de Cristo Resucitado (el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad del Señor glorioso son realidades unidas entre sí de manera inseparable).
[37] Cf. S. Th., III, q. 76. a. 1, ad 1.
[38] Cf. A. García, La Eucaristía, don y misterio…,551.
[39] Cf. S. Th., III, q. 76, a. 3, c.
[40] Cf. B. Mondin, Dizionario enciclopedico del..., 150

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