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domingo, 4 de noviembre de 2018

EL MAGISTERIO DE SAN PEDRO.



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EL MAGISTERIO DE SAN PEDRO.
Por Alberto Catureli
LA CORRUPCIÓN DE LO SOBRENATURAL
TRES SIGNOS NEGATIVOS DE ESTE TIEMPO

Catureli se refiere a estos tres signos negativos que son la causa de la corrupción espiritual en la Iglesia, primero que ha ido decayendo la veneración a María Santísima hasta llegar al menosprecio; segundo la negación del magisterio de Pedro, la “des-institucionalización” de la Iglesia y la crisis de la fe han llevado a la negación de la autoridad del Sumo Pontífice y del Magisterio; la secularización, a medida que se fue haciendo más y más absoluta, ha producido primero, el “olvido” y luego la negación de la oculta y operante fuerza del demonio, cabeza del anti-Cuerpo Místico, padre del misterio de iniquidad como tercer signo, trataremos sobre el segundo punto
LA NEGACIÓN DEL MAGISTERIO DE SAN PEDRO.
a) La ruptura con la fuente de la teología
Simultáneamente con la desmitificación de las Escrituras y de la exaltación de las llamadas “comunidades de base” como fundamento de la Iglesia “democratizada”,se produce la progresiva desvinculación con el Magisterio de Pedro. No podría ser de
otra manera, sobre todo en la perspectiva de una Iglesia “institución” que se pretende enfrentada a una “Iglesia-comunidad”.
Nos estamos refiriendo a los modernistas y relativistas que tratan de ir acorde al Mundo,pero no a la voluntad de Dios, aquellos que apoyan el aborto, matrimonio entre personas del mismo sexo, comunión a personas que viven en situación de pecado mortal y eso que vemos ha permeado en la Iglesia
Lo dijo el Santo Padre Francisco,"la Iglesia no es una ONG"!!
Dentro de este espíritu debe colocarse un documento que tomo como típico, que fue publicada por treinta y tres profesores de
teología el 17 de marzo de 1972, titulado Contra la resignación en la Iglesia en el cual se afirma la “crisis de dirección” de la Iglesia. Equivale a sostener la crisis de la Cátedra de San Pedro, pues no se ve cómo se pueden separar y distinguir, en concreto, la
“dirección” de la Iglesia del Magisterio de Pedro.
Antes de referirnos a la actitud de los teólogos no-resignados, recordemos algunas doctrinas elementales. Pareciera que esa
elementalidad es lo que requiere, precisamente, ser recordado.
El Concilio Vaticano II asume y repropone la doctrina tradicional sobre la constitución jerárquica de la Iglesia, al recordar que el Señor, cuando eligió a los doce,“los instituyó a modo de colegio” poniendo “al frente de ellos a Pedro” hasta el fin de los tiempos(8). Los apóstoles constituidos en el episcopado “por una sucesión que surge desde el principio, conservan la sucesión de la semilla apostólica primera(9). Por eso los Obispos son los sucesores y los maestros del rebaño en cuanto y en tanto unidos a Pedro porque solamente en cuanto unidos al Papa reciben la efusión de Espíritu Santo.
El colegio episcopal no se constituye como tal sin Pedro “quedando siempre a salvo el poder primacial de éste, tanto sobre los pastores como sobre los fieles”(10).
Además, la misión salvífica funda su seguridad en la infalibilidad de la Iglesia en cuanto Iglesia respecto de la fe y la doctrina, no por ciencia humana sino por obra del Espíritu. La misma unidad con Cristo Cabeza implica la infalibilidad; sin ella, estaría
ausente toda garantía de comprensión de la palabra de Dios, como hace notar Schmaus (11). Tampoco tendría sentido el mandato de Cristo de enseñar si la Iglesia no fuera infalible en la fe y en la doctrina; precisamente por eso y para eso el Señor creó el Magisterio. Desde este punto de vista, la palabra de Dios se mantiene incólume allende todo cambio y a ella no alcanza ni puede alcanzar el “proceso de cambio”. Pero la piedra de toque de la infalibilidad de la Iglesia es la fe en la infalibilidad del Papa pues si el Vicario de Jesucristo, a quien le compete el “poder primacial” del Colegio (12) no fuera incólume de error, la Iglesia misma estaría en peligro de error. Se ve así la íntima e inseparable relación entre la infalibilidad de la Iglesia y la infalibilidad del Papa; pero ante todo, compete directamente a Pedro, a la persona del Vicario de Cristo que ha recibido el carisma de la infalibilidad con la obligación de enseñar, de predicar; para emplear una palabra que hoy parece “maldita” el Vicario de Cristo detenta el poder absoluto y primacial como dice el Concilio Vaticano II; digo “poder absoluto” porque no está ligado a nada (absoluto) salvo a Cristo, pues su infalibilidad no la recibe ni debe recibirla ni siquiera de la Iglesia sino del mismo Cristo; y digo “primacial” porque es la
cabeza, el primero, como legítimo sucesor de San Pedro. Como se ve, es también íntima e inseparable la relación existente entre la autoridad y la primacía de Pedro, el magisterio y la infalibilidad del Romano Pontífice; define como Vicario de Cristo una verdad de fe (magisterio extraordinario) pero también enseña por medio de Encíclicas (cartas circulares), alocuciones, decretos, simple conversación personal con intención de enseñar (magisterio ordinario); el magisterio ordinario obliga también (y bajo
pecado) a los fieles católicos. Respecto de la infalibilidad, el Concilio Vaticano II enseña (y no podía ser de otro modo) no sólo idéntica doctrina que el Vaticano I sino hasta con los mismos términos. Me permito subrayar algunas expresiones: “Esta infalibilidad compete al Romano Pontífice, Cabeza del colegio episcopal, en razón de su oficio cuando proclama como definitiva la doctrina de fe o de conducta en su calidad de supremo pastor y maestro de todos los fieles(Ex Cathedra), a quienes ha de confirmarlos en la fe (cf.Luc., 22, 32). Por lo cual con razón se dice que sus definiciones por sí y no por el consentimiento de la Iglesia son irreformables, puesto que han sido proclamadas bajo la asistencia del Espíritu Santo prometida a él en San Pedro y así no necesitan de ninguna aprobación de otros ni admiten tampoco la apelación a ningún otro tribunal.
Porque en esos casos el Romano Pontífice no da una sentencia como persona privada,sino que, en calidad de maestro supremo de la Iglesia universal, en quien singularmente reside el carisma de la infalibilidad de la Iglesia misma, expone o defiende la doctrina de la fe católica. La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el cuerpo de los obispos cuando ejercen el supremo magisterio juntamente con el sucesor de Pedro”(13).
No es posible entender ni una teología, ni una exégesis bíblica, ni una pastoral,ni una catequesis, en ruptura abierta u oculta con el magisterio que es su fuente; sin ésta, se trataría, si puedo hablar así, de una teología anti teológica, de una exégesis anti-exegética, de una “pastoral” invertida., de una catequesis anti catequética. El
ejercicio de enseñar no es aquí posible sin Pedro. Es muy común en ciertas investigaciones escrituristicas, la pasión por acudir, so pretexto de la absoluta objetividad “científica”, al dato bíblico puro; solamente a partir de él se sacan conclusiones doctrinales (biblismo). Esta “científica” adhesión al puro dato “objetivo” es
el modus operandi para hacer caso omiso del Magisterio; la más admirable erudición y capacidad científica naufraga en esa actitud que esconde, por lo menos, un no hacer caso del Magisterio.
Es más grave la ruptura formal, abierta u oculta, con la autoridad de Pedro, manifestada en el documento firmado por teólogos no-resignados; sostienen, apriorísticamente, que existe una crisis “de dirección y confianza” en la Iglesia; esto supone una crisis del Magisterio infalible, imposible para un católico. También suponen
que ellos representan una “teología viva”, digamos “actualizada”, aunque no se sabe bien respecto de qué otra teología está “viva”. Lo que sí sabemos es que no se puede pretender enseñar (y mucho menos una “teología viva”) separados de su fuente, es
decir, del Magisterio; en tal caso esa teología, por más que detrás de ella estén los nombres más famosos o más publicitados, será no una teología viva sino una teología muerta; es decir, la de los teólogos no-resignados que proclaman su “decepción”...porque el Magisterio no sigue sus teorías... Precisamente en la medida en la cual estos “maestros” se separan del Magisterio, se transforman en pseudo maestros y carecen de todo derecho a hablar de “crisis” de dirección de la Iglesia. Más aún: no es posible propugnar una “radical renovación de la teología” rompiendo con la fuente de la
teología; el resultado no podrá ser jamás renovación, ni radical, ni buena teología; por el contrario, se trata de la corrupción más radical de toda posible “teología”, contraria no solamente al Magisterio sino a la fe del pueblo cristiano; se trata de otra forma de “liberación” teólogos “liberados” del Magisterio.
Volviendo al manifiesto Contra la resignación en la Iglesia, muy pronto se ve el motivo de la falta de resignación: la ley del celibato que ha venido a convertirse,sostienen, en “un test de la renovación de la Iglesia”; en buen romance significa que en la medida en la cual los sacerdotes no puedan casarse, la Iglesia no se renueva,lo cual es un absurdo; en esa misma medida “los mejores sacerdotes se sienten desamparados por sus obispos,y de ahí la pasividad y la apatía”; casándose, aunque no se sientan amparados por sus
obispos, al menos tendrán el “amparo” de sus mujeres y no serán ya más ni “pasivos”ni “apáticos”. Claro que la verdadera causa de los males para estos maestros, es el mismo “sistema eclesiástico”, o sea “el absolutismo del Papa y de los obispos, que
reúnen en sus manos las funciones legislativas, judiciales y ejecutivas (dicen con lógica mundana) sin control eficaz de los súbditos”. Poco falta para que se sostenga que el Magisterio depende del voto de los fieles y de su “control” permanente; y como si esto fuera poco, atribuyen a una suerte de absolutización de las “opiniones personales” (del Papa y de los obispos) las enseñanzas del Magisterio; tampoco la autoridad del Papa
es “propia” (como ellos dicen); esos profesores saben o deberían saber, que la autoridad le es conferida por Cristo. Por eso, a partir de esta ruptura con la autoridad y el Magisterio, no podía faltar la apelación a la situación en la cual y desde la cual es menester entender el Evangelio como único medio de “renovación”; es decir, la cambiante “situación” histórica, no la enseñanza del Magisterio, es la que producirá la “renovación”. No puede afirmarse mayor contradicción, pues si bien es cierto que la enseñanza del Magisterio se adecua a la situación histórica, no puede ser la situación la fuente de la renovación de la Iglesia sino el Magisterio bajo las inspiración del Espíritu Santo.
¿Qué camino seguir? ¿Qué actitud están decididos a tomar los teólogos no resignados?
Ellos mismos nos lo dicen: “no callar”, “exigir cambios”, “actuar
personalmente” tomando iniciativas pues confían que cuando sean muchos los que adopten esa actitud, la autoridad no tendrá más remedio que producir “cambios”; además, “mantener el contacto entre los grupos de sacerdotes y los numerosos sacerdotes “casados” que no ejercen el ministerio con vistas a su vuelta al servicio ministerial”; con lógica mundana, lanzan la consigna de “no rendirse”. Con lógica cristiana, se trata simplemente de rebelión, de abierta ruptura con la fuente de la vida eclesial a la cual pretenden dar normas. No se van, físicamente, del seno de la Iglesia, como mera táctica subversiva; pero ya se han ido espiritualmente. Buscar la Iglesia “renovada”, “viva”, “liberada” donde no está Pedro, es buscarla donde ella no está ni
estará jamás.
b) La cotidiana crucifixión del Vicario de Cristo.
La marea que parece cercar al Sumo Pontífice, es signo negativo de este tiempo;pero en la misma negatividad se evidencia el misterio. El Vicario de Cristo es espiritualmente crucificado todos los días como lo fuera San Pedro antes de ser materialmente crucificado. Corría el año 67 durante el reinado de Nerón y era
floreciente el estado de la Iglesia, cuando súbitamente, comenzó la persecución; los testimonios más antiguos permiten conocer la actividad incansable, ardiente de San Pedro, su diaria crucifixión y su gozosa entrega a su misión pastoral; pronto fue a dar con sus huesos en la cárcel, de donde salió para ser conducido al martirio, después de convertir a sus dos carceleros; al ser crucificado, pidió que la cruz fuera invertida para que, cabeza abajo se viera cuán por debajo estaba de Cristo. Esto ocurrió precisamente allí, en la colina llamada Vaticana donde tiene su sede Pedro. La cotidiana crucifixión del Vicario de Cristo nos afecta profundamente como miembros del Cuerpo Místico y sus padecimientos son también los nuestros. Siempre es posible que la crucifixión espiritual y cotidiana de Pedro alcance la gloria del martirio. Lo esencial es no separarse de Pedro para no separarnos de la Iglesia.
UBI PETRUS IBI ECCLESIA
(San Ambrosio sobre el Salmo V,30)
DONDE ESTÁ PEDRO, AHÍ ESTÁ LA IGLESIA
Referencias bibliográficas:
7 “El porvenir de América”, en Vida Pública, pp. 963-966, ed. de fray M. González, “La Moderna”,
Córdoba, 1914.
8 Lumen Gentium, 19.
9 Op. cit., nº 20.
10 Lumen Gentium., 22.
11 Teol. Dog., IV, p. 768.
12 Lumen Gentium, 22.
13 Lumen Gentium, 25; Conc. Vatic. I, Const. dogm. Pastor Aeternus.

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