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lunes, 19 de febrero de 2018

APOLOGÉTICA CATÓLICA DE SEMANA SANTA IV.






APOLOGÉTICA DE SEMANA SANTA IV
Continuamos con temas que en estas fechas aprovechan los sectarios protestantes para criticar lo que ellos desconocen de nuestra fe.


CENIZA
El miércoles 14 de febrero será el “Miércoles de Ceniza” inicio de la Cuaresma, los protestantes dicen que el usar ceniza es algo de paganos ,antibiblico y que no debemos hacer uso de ello.
Los Católicos sabemos que la ceniza es un sacramental, no es algo “mágico” ni milagroso y no por que alguien tenga marcada la cabeza o frente con ceniza ya significa que esta libre de pecado, pero si es una muestra de arrepentimiento y penitencia usada por el Pueblo de Dios como lo vemos en el Antiguo y Nuevo Testamento , así que los Cristianos lo hacemos hace siglos.


Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual.
La cruz de ceniza es un sacramental y vamos a colocar la definición según el Catecismo de la Iglesia Católica(lo mismo aplica al agua bendita dela que hablaremos a continuación):
1667…Estos son signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida" (SC 60; CIC can 1166; CO can 867)
1668 Han sido instituidos por la Iglesia en orden a la santificación de ciertos ministerios eclesiales, de ciertos estados de vida, de circunstancias muy variadas de la vida cristiana, así como del uso de cosas útiles al hombre. Según las decisiones pastorales de los obispos pueden también responder a las necesidades, a la cultura, y a la historia propias del pueblo cristiano de una región o de una época. Comprenden siempre una oración, con frecuencia acompañada de un signo determinado, como la imposición de la mano, la señal de la cruz, la aspersión con agua bendita (que recuerda el Bautismo).
1670 Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con a ella.
De lo anterior entendemos que la cruz colocada es sólo un signo exterior acompañado de una oración que nos preparan y disponen a recibir la gracia que se nos concede en la Resurrección de Cristo. Por eso no debemos angustiarnos por encontrar un texto bíblico donde alguien esté colocando una cruz de ceniza a otra persona.
Pero si existen muchos textos en los que podemos ver que no es malo, ni antibíblico el uso de la ceniza, por ejemplo;
“Entonces Jesús comenzó a reprender a los pueblos donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían vuelto a Dios. Decía Jesús: “!ay de ti, Corazin! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho entre ustedes, ya hace tiempo que se habrían vuelto a Dios, cubiertos de ropas ásperas y cenizas” (Mt 11, 20-21)
Yo volví mi rostro hacia el Señor Dios para obtener una respuesta, con oraciones y súplicas, mediante el ayuno, el cilicio y las cenizas. (Dan 9, 3)
Y todos los israelitas que habitaban en Jerusalén, hombres, mujeres y niños, se postraron ante el Templo, cubrieron de ceniza sus cabezas y extendieron sus sayales ante la presencia del Señor.(Jdt 4, 11)
Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la ceniza (Job 42, 6)
El uso de la ceniza prácticamente se le asocia al polvo, simbolizando a la vez el pecado y la fragilidad humana. En el Antiguo Testamento también prevalece esta idea. El pecador es ceniza (Cfr. Sab 15,10; Ez 28,18) Para simbolizar esto, el pecador se sienta sobre la ceniza (Job 42,6; Jon 3,6; Mt 11,21) y se cubre con ella la cabeza (Jdt 4,11-15; 9,1; Ez 27,30).
También ha sido empleada para significar la tristeza del hombre abrumado por la desgracia (Cfr. 2Sam 13,19) y, sobre todo, del hombre que se ve afligido por el luto y expresa así su nada (Cfr. Jer 6,26).
La ceniza finalmente nos recuerda que somos mortales, que fuimos creados del polvo y a él volveremos (Gen 3, 19), por lo cual, debemos aspirar a vivir la resurrección del Señor, como un signo de victoria sobre el mal, el cual no tendría mejor señal para nosotros que la cruz de Cristo (Col 2, 14-15)
Abraham mismo le dirá al Señor:
Replicó Abraham: "¡Mira que soy atrevido de interpelar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza! (Gen 18, 27)
La ceniza externa lo que es la penitencia y el Catecismo resume nuestra doctrina así:
1431 La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción del espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (cf Cc. de Trento: DS 1676-1678; 1705; Catech. R. 2, 5, 4).
Por lo que podemos ver que el arrepentimiento es un acto del corazón, pero que podemos acompañar con signos externos. Igual que lo hizo el rey David cuando pecó contra Dios, y para mostrar su arrepentimiento “se acostaba en el suelo” y “lloraba” (2 Sam 12, 16.21) Eran signos externos de su arrepentimiento. Igual nosotros usamos la ceniza como signo externo de nuestro deseo de conversión.
¿Si los católicos utilizamos un signo que ha sido usado para representar el arrepentimiento y nos colocamos en la frente el signo de la victoria de Cristo, nos llamarán antibíblicos”? 
AGUA BENDITA.
Algunos protestantes dicen que el uso de agua es de origen pagano, pues en Babilonia, Grecia, India, Roma lo usaban en sus rituales por eso no debe usarse, pero el sentido para los Cristianos es mucho más profundo y tiene bases en la tradición y la Sagrada Escritura.
Desde tiempos de la Iglesia primitiva el agua era objeto de bendición especial antes de que se confiriera el bautismo. Los documentos más antiguos con que se cuenta sobre la bendición del agua (bautismal) son originarios de la Iglesia de África, de finales del S II: "Supervenit enim statim Spiritus de caelis et aquis superest, sanctificans eas" (Tertuliano De Bap IV col 1203).El agua bendita es un sacramental, instituido por la Iglesia, y usada con fe y devoción, purifica al cristianos de sus faltas veniales. Las bendiciones de personas y de cosas van acompañadas de algunos signos, y los principales son la imposición de manos, la señal de la cruz, el agua bendita y la incensación. El agua bendita es constituida por la bendición del sacerdote o del diácono, y como todos los sacramentales, «tiende como objetivo principal a glorificar a Dios por sus dones, impetrar sus beneficios y alejar del mundo el poder del maligno» ,
El agua bendita «gozó siempre de gran veneración en la Iglesia y constituye uno de los signos que con frecuencia se usa para bendecir a los fieles» y también a los objetos. «Evoca en los fieles el recuerdo de Cristo… que se dio a sí mismo el apelativo de “agua viva”, y que instituyó para nosotros el bautismo, sacramento del agua, como signo de bendición salvadora».

–Los judíos no bendecían el agua, considerándola, a diferencia de otros pueblos, una criatura bendita por sí misma, y le daban un uso religioso como elemento de purificación. Una ablución total es prescrita antes de la unción sacerdotal de Aaron y de sus hijos (Ex 29,4). Y después de la época de cautividad, el agua se empleaba en Israel como un bautismo de conversión y purificación, semejante al de Juan el Bautista. Los que se convertían, confesaban sus pecados, y mientras oraban, recibían del bautizador el agua purificadora (Mc 1,4.8; Mt 3,6.11; Lc 3,3.16.21). En Babilonia, en Grecia, en Roma, también se practicaban ritos de purificación mediante el agua. Tertuliano (+220) describe los ritos de purificación de personas, objetos y lugares mediante el agua, que eran usuales entre los romanos (De baptismo V).
El libro de los Números habla de «un agua de expiación», que era ritualmente preparada y empleada (19,7-9). El libro de los Salmos refleja este uso: «rocíame con el hisopo, y quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve» (Sal 50,9). Y el Señor promete: «derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará; de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar» (Ez 36, 25). En la tradición bíblica de Israel son muchas las indicaciones de veneración por el agua. El Espíritu divino planea sobre las aguas primordiales, dando vida por ellas a todas las criaturas (Gén 1,2).
Son las aguas en el diluvio universal las que dan muerte al pecado de la humanidad, y vida a los supervivientes, que «se salvaron por el agua», como dice San Pedro. Ella es una figura del bautismo en Cristo (1 Pe 3,18-21). Las aguas del Mar Rojo, a las que Moisés dedica un himno, dan muerte a los egipcios y vida a los israelitas, anticipando así también el bautismo cristiano (1Cor 10,2). Golpeada por Moisés la Roca en el desierto, la convierte en fuente, que da la vida a los que morían ya de sed (Núm 20,1-11); «y la Roca era Cristo» (1Cor 10,4), de cuyo costado salió en la Cruz «sangre y agua» (Jn 19,34). Agar e Ismael, en el desierto, se salvan por el agua que Dios les da (Gén 21,14), como también Naamán se libra por el agua de su lepra (2Re 5,1ss). El profeta Ezequiel ve que del costado del Templo, al oriente, brota un agua viva que todo lo vivifica a su paso (47,1-12).
En fin, es el agua del Jordán, donde Jesús es bautizado, el comienzo del bautismo cristiano; es el agua, como dice San Cirilo de Alejandría (+444), «el principio del Evangelio», como antes fue «el principio del mundo» (Catequesis III,5). Se sirve Dios del agua en la piscina de Betsaida para sanar a los enfermos (Jn 5,1-9). Y enseña Jesús a Nicodemo que los hombres nuevos han de nacer de nuevo «del agua y del Espíritu» (Jn 3,5).
Los cristianos, pues, desde el principio veneran siempre el agua, viendo en esa criatura el inicio de la primera creación y el comienzo de la creación nueva. Esta transformación del mundo por la gracia de Cristo es elocuentemente anunciada en Caná, donde el Nuevo Adán convierte el agua en vino (Jn 2,1-11). En el pozo de Jacob se manifiesta Jesús a la samaritana (Jn 4,6), y después a todo el pueblo, como fuente inagotable de una agua que da la vida eterna: «si alguno tiene sed, venga a mí y beba» (7,37-39).
San Cirilo de Alejandría considera el agua, en el orden de la naturaleza, como «el más hermoso de los cuatro elementos» que constituyen el mundo (Catequesis III,5). Y en el orden de la gracia, sabemos que Dios elige el agua no sólo como medio de salvación en el Bautismo, sino también como materia imprescindible de la Eucaristía. Ya a mediados del siglo II, San Justino, al describir la celebración de la Eucaristía, testimonia que se realiza con «pan, vino y agua» (I Apología 67). Tertuliano (+220) refiere el lavatorio de manos en la celebración del sacrificio eucarístico (Apologia 39), rito, por cierto, que sigue vigente en el Novus Ordo de la Misa (n. 24), aunque no pocos sacerdotes lo omiten, rompiendo una tradición de al menos dieciocho siglos. «El sacerdote, a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto: Lava me, Domine, ab iniquitate mea, et a peccato meo munda me».
Como se entenderá, el uso del Agua bendecida o bendita no es sino un signo que expresa mucho sobre nuestra condición de hijos de Dios, es un sacramental por medio del cual se significan efectos, sobre todo de carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia.



SEMANA SANTA


PROTESTANTES
Algunas sectas protestantes dicen que N.S. Jesucristo no murió en un viernes, sino que murió un miércoles y que resucitó un sábado , así que toda la semana santa es un mito pagano pues los católicos hacen su “misa negra el viernes y adoración al dios sol en domingo”.
CATÓLICOS:
Es increíble el grado de ignorancia y prejuicios que algunas sectas pueden llegar a tener, desde el inicio del Cristianismo se sabe, se vive y se practica lo que conocemos como Semana Santa, el Triduo Pascual que es la conmemoración de la vida, pasión ,muerte y resurrección de N.S. Jesucristo, es un hecho que Cristo murió un viernes y resucitó el domingo, que previamente celebró la pascua judía e instituyó la Eucaristía el jueves santo, lean los Evangelios hermanos, hay en los 4 libros de los evangelistas suficientes datos y pruebas para saber que lo que comentan algunas sectas es falso, pero bueno nos vamos a centrar en un solo punto que ellos comentan, “Cristo murió un miércoles y resucitó un sábado” dicen ellos
La Iglesia desde sus inicios entendió que Jesús murió un día previo al Sabath , y resucito al tercer día ,que es el Domingo, el primer día de la semana, esto es lo que creemos y está fundamentado.
Es frecuente que las sectas como los Adventistas y Testigos de Jehová, con una mala interpretación, una pésima exégesis bíblica y una total ignorancia de los hechos históricos y culturales de los Judíos durante el siglo I de nuestra era , llegan a afirmar que Cristo realmente murió un miércoles o un martes, según sus cálculos y fechas.
El problema es que interpretamos desde nuestra mentalidad algo que fue escrito desde una perspectiva distinta. Desde mi mentalidad, tres días son desde las tres de la tarde del viernes a las tres de la tarde el lunes. Pero esto no es la manera de contar el paso del tiempo del redactor bíblico.
En la antigüedad las series de días se contaban de manera distinta que ahora: ellos contaban los dos extremos de la serie, mientras que nosotros, con más lógica, sólo contamos uno de los extremos, porque contamos intervalos.
Por ejemplo, de hoy, viernes, al domingo, para mí hay dos días, porque yo cuento: de hoy a mañana, sábado, un día, del sábado al domingo, otro día. En total: dos días.
Pero en la antigüedad no se contaban los intervalos, sino los hitos, entonces de hoy, viernes, al domingo hay tres: viernes, sábado y domingo...
Ya sé que no es muy lógico, pero era así en la cultura del momento, y todos contaban igual los días (o los meses, o los años), incluyendo siempre los dos extremos.
Por ejemplo, nosotros suponemos que la Cuaresma, con ese nombre, deberá tener 40 días, pero en realidad tiene número variable, según nuestros criterios, porque para que dé 40 tenemos que contar de miércoles de Ceniza a domingo de Ramos incluyendo a estos dos, cosa que nosotros no hacemos, porque contamos los intervalos. Lo mismo pasa con Pentecostés, que a pesar del nombre tiene 49 días y no 50.
Así que es cierto que según nuestra manera de contar Jesús resucitó al segundo día, mientras que a la manera antigua, lo hizo al tercer día.
De todos modos la insistencia evangélica en los tres días se relaciona más con la profecía de Oseas que con el problema matemático de la diferencia en la manera de contar el tiempo. Dice Oseas 6:2 «Dentro de dos días nos dará la vida, al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos» El verbo "resurgir", en griego, es el mismo que "resucitar", asi que de allí tomó la predicación apostólica la importancia simbólica de los tres días, facilitado por la manera un poco extraña para nosotros de contarse el tiempo en aquella época.
Veamos lo que dice Joseph Ratzinger (Papa emerito Benedicto XVI) de su libro Jesús de Nazaret (Segunda parte, editada por Planeta y Encuentro, se consigue en cualquier buena librería). Es una cita que va de la página 300 a la 301:
El tercer día
Volvamos a nuestro Credo. El artículo siguiente dice: «Resucitó al tercer día, según las Escrituras» (1Cor 15,4). El «según las Escrituras» vale para la frase en su conjunto y sólo implícitamente para el tercer día. Lo esencial consiste en que la resurrección misma es conforme con la Escritura, que forma parte de la totalidad de la promesa, que en Jesús de palabra ha pasado a ser realidad. Así se puede pensar ciertamente como trasfondo en el Salmo 16,10, pero naturalmente también en textos fundamentales para la promesa, como Isaías 53. Para el tercer día no existe un testimonio bíblico directo.
La tesis según la cual «el tercer día» se habría deducido quizás de Oseas 6,1s es insostenible, como han demostrado por ejemplo Hans Conzel-mann o también Martin Hengel y Anna Maria Schwemer. El texto dice: «Volvamos al Señor, él nos desgarró, él nos curará… En dos días nos sa­nará, el tercero nos resucitará y viviremos delante de él». Este texto es una oración penitencial del Israel pecador. No se habla de una resurrección de la muerte en sentido propio. Ni en el Nuevo Tes­tamento, ni tampoco a lo largo de todo el siglo II se cita este texto (cf. Hengel-Schwemer, Jesus und das Judentum, p. 631). Pudo convertirse en una referencia anticipada a la resurrección al tercer día sólo cuando el acontecimiento del domingo después de la crucifixión del Señor hubo dado a este día un sentido particular.
El tercer día no es una fecha «teológica», sino el día de un acontecimiento que para los discípulos ha supuesto un cambio decisivo tras la catástrofe de la cruz. Josef Blank lo ha formulado así: «La expresión “el tercer día” indica una fecha según la tradición cristiana, que es primordial en los Evangelios y se refiere al descubrimiento del sepulcro vacío» (Paulus und Jesús, p. 156).
Yo añadiría: se refiere al primer encuentro con el Señor resucitado. El primer día de la semana —el tercero después del viernes— está atestiguado desde los primeros tiempos en el Nuevo Testamento como el día de la asamblea y el culto de la comunidad cristiana (cf. 1Cor 16,2; Hch 20,7; Ap 1,10). En Ignacio de Antioquía (final del siglo I-inicios del siglo II), el domingo —como hemos visto— es atestiguado como una característica nueva, propia de los cristianos, en contraposición con la cultura sabática judía: «Ahora bien, si los que se habían criado en el antiguo orden de cosas vinieron a la novedad de la esperanza, no guardando ya el sábado, sino viviendo según el domingo, día en que también amaneció nuestra vida por gracia del Señor y mérito de su muerte…» (Ad Magn. 9,1).
Si se considera la importancia que tiene el sábado en la tradición veterotestamentaria, basada en el relato de la creación y en el Decálogo, resulta evidente que sólo un acontecimiento con una fuerza sobrecogedora podía provocar la renuncia al sábado y su sustitución por el primer día de la semana. Sólo un acontecimiento que se hubiera grabado en las almas con una fuerza extraordinaria podría haber suscitado un cambio tan crucial en la cultura religiosa de la semana. Para esto no habrían bastado las meras especulaciones teológicas. Para mí, la celebración del Día del Señor, que distingue a la comunidad cristiana desde el principio, es una de las pruebas más fuertes de que ha sucedido una cosa extraordinaria en ese día: el descubrimiento del sepulcro vacío y el encuentro con el Señor resucitado.
Ahora el punto medular es que las sectas protestantes solo creen en la Biblia ,pero parece que ellos nunca la han leído y mucho menos entendido, necesitan citas bíblicas para comprender que todo lo que hacemos los Católicos tienen sustento bíblico? Bueno aquí una lista;
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor (25 de marzo)
Is 50, 4-7; Sal 21; Flp 2, 6-11; Mc 14,1 - 15,47
Lunes Santo (26 de marzo)
Is 42, 1-7; Sal 26; Jn 12, 1-11
Martes Santo (27 de marzo)
Is 49, 1-6; Sal 70; Jn 13, 21-33.36-38
Miércoles Santo (28 de marzo)
Is 50 4-9; Sal 68; Mt 26, 14-25
Jueves Santo de la Cena del Señor (29 de marzo)
Éx 12, 1-8.11-14; Sal 115; I Co 11, 23-26; Jn 13, 1-15
Viernes Santo de la Muerte del Señor (30 de marzo)
Ayuno y Abstinencia
Is 52, 13 - 53, 12; Sal 30; Hb 4, 14-16; 5, 7-9; Jn 18, 1 – 19, 42
Sábado Santo de la Sepultura del Señor - Vigilia Pascual (31 de marzo)
En el día la Iglesia se abstiene del sacrificio de la Misa
Gn 1,1 - 2,2; Sal 103; Gn 22, 1-18; Sal 15; Ex 14,15 - 15,1; Ex 15, 1-6.17-18; Is 54, 5-14; Sal 29, Is 55, 1-11; Bar 3, 9-15.32-4,4; Sal 18; Ez 36, 16-28; Sal 41 ó 50; Rom 6, 3-11; Sal 117; Mc 16, 1-7
Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor (1° de abril)
Hch 10, 34a.37-43; Sal 117; Col 3, 1-4; Jn 20 1-9
FUENTE:
Sagrada Escritura
Catecismo de la Iglesia Católica
Infocatólica.
Catholic.net
Artículos de nuestro hermano Anwar Tapias Lakatt
www.eltestigofiel.org

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