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sábado, 20 de mayo de 2017

CRISTO RESUCITÓ AL TERCER DÍA, O A LOS TRES DÍAS Y TRES NOCHES?





CRISTO RESUCITÓ AL TERCER DÍA, O A LOS TRES DÍAS Y TRES NOCHES?

Una hermana nos pregunta lo siguiente:

P:Buenas noches, tengo una pregunta a ver si me pueden ayudar, porque los protestantes insisten tanto en la literalidad del cumplimiento de la frase de Jesús sobre su muerte de "tres días y tres noches", siendo que en verdad falta por cumplirse una noche, según dicho por el mismo Padre Fortea.¿Como justifica sencillamente la Iglesia esta toma de decisión?. No conozco el sentido teológico correcto al respecto. Gracias.

RESPUESTA:

Hola hermana, gracias por escribirnos, mira es cierto que los protestantes,sobre todo las sectas fundamentalistas, son muy dados a la "literalidad de la Sagrada Escritura", hay una cosa que los estudiosos de la Biblia y la Iglesia nos dicen al respecto la "Inerrancia Bíblica" significa que la Biblia no tiene errores, entonces como compaginar textos como estos que hablan unos de que Jesús resucita "al tercer día" o "tres días y tres noches".La Iglesia desde sus inicios entendió que Jesús murió un día previo al Sabath (sábado) refiriendose al viernes como el día que murió crucificado Nuestro Señor, y resucito al tercer día ,osea el Domingo, el primer día de la semana,esto es lo que creemos y está fundamentado.
Es frecuente que las sectas como los Adventistas y Testigos de Jehová, con una mala interpretación, una pésima exégesis bíblica y una total ignorancia de los hechos históricos y culturales de los Judíos durante el siglo I de nuestra era , llegan a afirmar que Cristo realmente murió un miércoles o un martes, según sus cálculos y fechas.
El problema es que interpretamos desde nuestra mentalidad algo que fue escrito desde una perspectiva distinta. Desde mi mentalidad, tres días son desde las tres de la tarde del viernes a las tres de la tarde el lunes. Pero esto no es la manera de contar el paso del tiempo del redactor bíblico.
En la antigüedad las series de días se contaban de manera distinta que ahora: ellos contaban los dos extremos de la serie, mientras que nosotros, con más lógica, sólo contamos uno de los extremos, porque contamos intervalos.
Por ejemplo, de hoy, viernes, al domingo, para mí hay dos días, porque yo cuento: de hoy a mañana, sábado, un día, del sábado al domingo, otro día. En total: dos días.
Pero en la antigüedad no se contaban los intervalos, sino los hitos, entonces de hoy, viernes, al domingo hay tres: viernes, sábado y domingo...
Ya sé que no es muy lógico, pero era así en la cultura del momento, y todos contaban igual los días (o los meses, o los años), incluyendo siempre los dos extremos.
Por ejemplo, nosotros suponemos que la Cuaresma, con ese nombre, deberá tener 40 días, pero en realidad tiene 39, según nuestros criterios, porque para que dé 40 tenemos que contar de miércoles de Ceniza a domingo de Ramos incluyendo a estos dos, cosa que nosotros no hacemos, porque contamos los intervalos. Lo mismo pasa con Pentecostés, que a pesar del nombre tiene 49 días y no 50.
Así que es cierto que según nuestra manera de contar Jesús resucitó al segundo día, mientras que a la manera antigua, lo hizo al tercer día.
De todos modos la insistencia evangélica en los tres días se relaciona más con la profecía de Oseas que con el problema matemático de la diferencia en la manera de contar el tiempo. Dice Oseas 6:2 «Dentro de dos días nos dará la vida, al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos» El verbo "resurgir", en griego, es el mismo que "resucitar", asi que de allí tomó la predicación apostólica la importancia simbólica de los tres días, facilitado por la manera un poco extraña para nosotros de contarse el tiempo en aquella época.
Veamos lo que dice Joseph Ratzinger (Papa emerito Benedicto XVI) de su libro Jesús de Nazaret (Segunda parte, editada por Planeta y Encuentro, se consigue en cualquier buena librería). Es una cita que va de la página 300 a la 301:
El tercer día
Volvamos a nuestro Credo. El artículo siguiente dice: «Resucitó al tercer día, según las Escrituras» (1Cor 15,4). El «según las Escrituras» vale para la frase en su conjunto y sólo implícitamente para el tercer día. Lo esencial consiste en que la resurrección misma es conforme con la Escritura, que forma parte de la totalidad de la promesa, que en Jesús de palabra ha pasado a ser realidad. Así se puede pensar ciertamente como trasfondo en el Salmo 16,10, pero naturalmente también en textos fundamentales para la promesa, como Isaías 53. Para el tercer día no existe un testimonio bíblico directo.
La tesis según la cual «el tercer día» se habría deducido quizás de Oseas 6,1s es insostenible, como han demostrado por ejemplo Hans Conzel-mann o también Martin Hengel y Anna Maria Schwemer. El texto dice: «Volvamos al Señor, él nos desgarró, él nos curará… En dos días nos sa­nará, el tercero nos resucitará y viviremos delante de él». Este texto es una oración penitencial del Israel pecador. No se habla de una resurrección de la muerte en sentido propio. Ni en el Nuevo Tes­tamento, ni tampoco a lo largo de todo el siglo II se cita este texto (cf. Hengel-Schwemer, Jesus und das Judentum, p. 631). Pudo convertirse en una referencia anticipada a la resurrección al tercer día sólo cuando el acontecimiento del domingo después de la crucifixión del Señor hubo dado a este día un sentido particular.
El tercer día no es una fecha «teológica», sino el día de un acontecimiento que para los discípulos ha supuesto un cambio decisivo tras la catástrofe de la cruz. Josef Blank lo ha formulado así: «La expresión “el tercer día” indica una fecha según la tradición cristiana, que es primordial en los Evangelios y se refiere al descubrimiento del sepulcro vacío» (Paulus und Jesús, p. 156).
Yo añadiría: se refiere al primer encuentro con el Señor resucitado. El primer día de la semana —el tercero después del viernes— está atestiguado desde los primeros tiempos en el Nuevo Testamento como el día de la asamblea y el culto de la comunidad cristiana (cf. 1Cor 16,2; Hch 20,7; Ap 1,10). En Ignacio de Antioquía (final del siglo I-inicios del siglo II), el domingo —como hemos visto— es atestiguado como una característica nueva, propia de los cristianos, en contraposición con la cultura sabática judía: «Ahora bien, si los que se habían criado en el antiguo orden de cosas vinieron a la novedad de la esperanza, no guardando ya el sábado, sino viviendo según el domingo, día en que también amaneció nuestra vida por gracia del Señor y mérito de su muerte…» (Ad Magn. 9,1).
Si se considera la importancia que tiene el sábado en la tradición veterotestamentaria, basada en el relato de la creación y en el Decálogo, resulta evidente que sólo un acontecimiento con una fuerza sobrecogedora podía provocar la renuncia al sábado y su sustitución por el primer día de la semana. Sólo un acontecimiento que se hubiera grabado en las almas con una fuerza extraordinaria podría haber suscitado un cambio tan crucial en la cultura religiosa de la semana. Para esto no habrían bastado las meras especulaciones teológicas. Para mí, la celebración del Día del Señor, que distingue a la comunidad cristiana desde el principio, es una de las pruebas más fuertes de que ha sucedido una cosa extraordinaria en ese día: el descubrimiento del sepulcro vacío y el encuentro con el Señor resucitado.
Así dice el Papa emerito Benedicto XVI que el primer día de la semana es el tercero luego del viernes. ¿Cómo es posible esto? El lector diría que es el segundo y no el tercero. Aquí tenemos que preguntarnos como contaban los días los judíos.

El día hebraico
El día, en el calendario hebreo, comienza con la salida de 3 estrellas, y culmina con el ocaso. En esto se diferencia del día según el calendario gregoriano, que discurre exactamente de medianoche a medianoche.
La costumbre de ver al día comenzar con la caída del crepúsculo es tan antigua como la Biblia misma, y se basa en el texto bíblico del Génesis 1:5, que al cabo de cada día comenta “Y fue la tarde, y fue la mañana…”, de lo que se entiende que cada uno de los días de la creación comenzaba por la tarde. Más explícitamente aún, al prescribir la Biblia el ayuno del Día del Perdón, el Yom Kipur: “El día décimo de este séptimo mes será el día de la Expiación… Será para vosotros día de descanso completo y ayunaréis; el día nueve del mes, por la tarde, de tarde a tarde, guardaréis descanso” (Levítico 23:27-32). Desde entonces, es práctica corriente y antiquísima, que las festividades judías comiencen al caer el sol. Y no sólo ellas: la consabida costumbre de comenzar la celebración de la Navidad con la cena de Nochebuena, tiene sus raíces en tal milenaria usanza hebrea.
Cabe destacar, no obstante, que estudios arqueológicos han revelado que también en la antigua Babilonia se señalaba el comienzo del día al atardecer, y se estima que es ese el origen de la costumbre.
De acuerdo a esto, las cuentas serían así. Viernes desde la muerte de Jesús hasta el ocaso: primer día. Ocaso del viernes hasta el ocaso del sábado: segundo día. Ocaso del sábado hasta la madrugada del domingo: tercer día. ¿Esto no es exacto? Para nuestra manera de contar los días no. Pero así contaban y expresaban el tiempo los judíos del momento. Por eso decían al tercer día sin ningún complejo.
Para hacer una comparación sobre la exactitud del lenguaje. Voy a cruzar la calle y viene un auto que me pasa muy cerca. Aquí solemos decir: “me hizo un finito (léase, me pasó muy cerca) y me salvé por un pelo (léase, de milagro que estoy vivo)”. Salvarse por un pelo no es que me haya rozado a una distancia de menos de un milímetro: con que me haya pasado a medio metro la expresión es muy válida… aunque no se entienda por parte de quienes quieran usar un lenguaje científicamente correcto.
En el Evangelio se lee que Jesucristo resucitó al tercer día después de morir. También está escrito así en el Credo “apostólico” y en el “niceno constantinopolitano” que rezamos en las misas festivas. ¿Cuál es la interpretación teológica de este lapso de tiempo entre los dos eventos, muerte y resurrección?
El padre Filippo Belli, profesor de Teología Bíblica de la Facultad Teológica de Italia Central,nos dice;
"El Nuevo Testamento varias veces hace referencia a la resurrección de Jesús de entre los muertos al “tercer día”. La expresión se ha vuelto una normativa para indicar no sólo el tiempo cronológico, sino también la unicidad del evento en la plenitud de su significado.
Existen diversos niveles en que la expresión puede ser comprendida, sin que se excluyan.
El primero, el más natural, es el cronológico. De hecho las narraciones de los evangelios nos indican el tercer día después de la muerte como el momento en que los discípulos (primero las mujeres) recibieron el anuncio de la resurrección inmediatamente después de acontecer y como comprobación de la aparición del mismo resucitado.
La afirmación de la resurrección de entre los muertos al tercer día tiene el valor, en primer lugar, de testimonio del hecho real, de modo que se puede indicar con precisión el momento en que se ha constatado dicho hecho. La memoria cristiana está firmemente anclada en este hecho, hasta el punto de establecer el primer día después del sábado (el tercer día, de hecho) como el día del Señor, el dies Domini, el domingo.
Un segundo nivel de comprensión está unido al que podríamos llamar la proverbialidad de la expresión que indica un breve lapso de tiempo, un momento pasajero.
Hay varios episodios bíblicos en que los tres días indican el tiempo en que se realiza algo importante pero también pasajero. Un ejemplo son los tres días (de peste), tiempo propuesto por Dios a David como una de las pruebas a escoger tras su pecado por haber querido hacer un censo del pueblo (2 S 24,10-17).
De este género de textos (cf ; 2 R 20,5.8; Jn 2,1) nace la concepción según la cual Dios no permite al justo sufrir más allá del tercer día. El mismo Jesús usa esa expresión de esta manera en sus anuncios de la pasión y resurrección a los discípulos, indicando en los “tres días” el momento del paso de la muerte a la resurrección.
Existen otros textos bíblicos interesantes al respecto, porque indican el tercer día como el momento de una intervención decisiva por parte de Dios en la historia de su pueblo. En particular es necesario recordar la manifestación del Señor en el Monte Sinaí durante el camino del pueblo en el desierto (Ex 19). De manera similar es el tercer día en que Abraham llega al lugar donde debe sacrificar a Isaac (Gn 22).
Finalmente, no se pueden ignorar algunas profecías que ven en el tercer día el momento de resurgimiento a partir de una situación dolorosa. Los tres días en el vientre del pez de la profecía de Jonás, que Jesús utiliza expresamente (Mt 12,40), son el momento oscuro y misterioso desde donde vuelve a empezar la vida.
También la profecía de Os 6,2 que justamente los Padres de la Iglesia han aplicado a la Pascua de Cristo. Ésta afirma que el Señor “en dos días nos dará la vida y al tercer día nos repondrá en pie y estaremos en su presencia”. Si en Oseas esta indicación era un deseo para incitar al pueblo a convertirse, en Jesús se realizó plena y concretamente.
En Él realmente el Señor nos ha puesto nuevamente en pie el tercer día resucitándolo de entre los muertos e inaugurando una nueva era en que nosotros estamos en su presencia.
Una tradición rabínica bien demostrada consideraba que la corrupción de la muerte comenzaba a ser efectiva en los cadáveres después del tercer día. El Señor no ha permitido, como dice el salmo, que Jesús viera la corrupción (Sal 16,9-11) por ser el principio de una vida nueva en la que la muerte (con su poder corrosivo y destructivo) no tiene más poder.
El tercer día entonces marca el momento histórico en que Dios, más allá de la aparente inevitabilidad de la muerte, inició esa vida nueva resurgiendo Jesús de entre los muertos.
Para nosotros es la llamada a una esperanza mayor cristiana a través de todas la vicisitudes malas de la vida. Siempre hay un tercer día, Dios nos lo asegura en Jesús muerto y resucitado, una esperanza cierta.
Ahora veamos lo que dice un Arqueólogo de la Sociedad de Arqueología Bíblica ,Ben Witherington III

"Uno de los problemas en la lectura de textos antiguos como la Biblia en el siglo 21 es el peligro de los anacronismos y me refiero a llevar las ideas modernas inútiles y expectativas de nuestras lecturas. Este problema se hace más agudo cuando se trata de textos antiguos en los que mucho depende de importaciones históricas.
Por ejemplo, somos un pueblo obsesionado con el tiempo y con exactitud, cuando se trata de tiempo hasta el nanosegundo. En este sentido, somos muy diferentes de los antiguos, que no van por ahí con pequeños relojes de sol en sus muñecas y no hablan de segundos y minutos. Ellos no se obsesionaban con precisión cuando se trata de tiempo.
Tómese unos ejemplos de los Evangelios que pueden ayudarnos a leer las historias sobre la última semana de la vida de Jesús con una visión más clara.
Algunos textos nos dicen que Jesús predijo que resucitaría "después de tres días". Otros dicen que se levantaría "en el tercer día". En Mateo 12,40 Jesús menciona, "tres días y tres noches", pero esto es sólo una parte de una analogía general, con la historia de lo que sucedió con Jonás y la ballena, y como tal, la referencia de tiempo no debe ser presionado. Jesús está diciendo, "Será como la experiencia de Jonás”.
Por otro lado, en Marcos 8,31 Jesús dice: "El Hijo del hombre resucitara después de tres días". Menciona el mismo evento en Juan 2,19 como "en tres días", y en varias ocasiones los escritores del Evangelio nos dicen que Jesús usó la frase "al tercer día" (véase, por ejemplo, Mateo 16,21; 17,23; 20,19; Lucas 24,46). En vista de ello, esto podría parecer implicar una contradicción plena. Mientras tanto las predicciones podrían estar equivocadas, ¿es realmente posible que ambos pueden estar en lo cierto?
El problema con este tipo de razonamiento moderno es asumir que los evangelistas siempre escribían con precisión sobre este asunto. De hecho, la frase "después de tres días" en el Nuevo Testamento puede significar simplemente "después de un tiempo" o "después de unos días", sin ninguna especificidad clara más allá de lo que sugiere varios días, en este caso partes de tres días, estaría implicado.

Comparaciones del Tiempo en el Antiguo Testamento
De hecho, la Biblia hebrea nos proporciona algunas pistas sobre este tipo de diferencias. Segunda de Crónicas 10, 5, 12 dice claramente: "Ven a mí de nuevo después de tres días... Así que... todo el pueblo a Roboam al tercer día, porque el rey había dicho: "Ven a mí al tercer día. "Al parecer" después de tres días "se entiende la misma cosa como" el tercer día en este texto. ¿Se trata sólo de un descuido, o es, de hecho, un ejemplo de la imprecisión típica cuando se trata de hablar de tiempo?

Conclusiones
Yo sugeriría que la frase "después de tres días" es una forma más general o imprecisa de hablar, mientras que "al tercer día" es algo más específico (aunque todavía no nos dice cuando al tercer día). Estos textos no fueron escritos para cumplir con nuestros exigentes estándares modernos cuando se trata de tiempo.
Una de las claves para interpretar las referencias de tiempo en el Nuevo Testamento es ser consciente de que la mayoría de las veces, las referencias de tiempo no son precisas, y que debe permitir al autor antiguo que sea general, cuando él quiere ser general y más específico es cuando quiere ser más específico. Especialmente cuando se tiene ambos tipos de referencias al lapso de tiempo entre la muerte y la resurrección de Jesús en un libro de un autor, y de hecho a veces incluso dentro estrecha proximidad entre sí, uno debe tomar la pista que estos textos no fueron escritos de acuerdo a nuestra moderno exigentes expectativas cuando se trata de referencias de tiempo. ¿No es hora de que deje que estos autores utilizan el lenguaje, incluyendo el lenguaje del tiempo, en la forma en que era costumbre en su época? Me parece que es hora de que mostremos a los autores antiguos el respeto que merecen y leerlos con una conciencia de las convicciones que siguieron al escribir la historia antigua o una biografía antigua y no imponer nuestras ideas del género posteriores sobre ellos.


BIBLIOGRAFÍA:
1.-Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) de su libro Jesús de Nazaret (Segunda parte, editada por Planeta y Encuentro, se consigue en cualquier buena librería). página 300 a la 301
2.-Padre Fabian Castro; http://padrefabian.com.ar/resucito-al-tercer-dia/
3.-Abel Della Costa ;http://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=pr_12658
4.-Frank Morera; http://www.ewtn.com/v/experts/showresult_sp.asp
5.-http://es.catholic.net/…/…/29912/cat/872/la-resureccion.html

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